Había creado un pequeño grupo de amistades, a parte de Irene, tres chicas se habían unido a mi círculo. No eran las grandes amistades, pero contaba con ellas cuando quería salir al café o al mall. ¿Sus nombres? Jaja, ¿a caso importan? Llamémoslas “Olivias”.
Yo (sí, yo por delante), Irene y las Olivias habíamos salido a un centro comercial. Primero fuimos por unos frappes, luego hicimos una divertida escena de película adolescente donde nos probamos lentes y sombreros a lo tonto sin siquiera comprar algo, con “Angel” de PinkPantheress de fondo.
Todo era súper divertido. Nos estábamos probando vestidos, algunos realmente preciosos, y caros.
— No te cierra— dijo una de las Olivias, la primera.
— Tira de nuevo— bufé.
— Sume un poco la panza— dijo la segunda Olivia.
— Ya lo hice— contesté.
— ¿Qué tal si te bañamos en lubricante?— dijo la tercer idiota.
— Cállate, pendeja— dijo Irene.
Me acerqué al dueño de la tienda, quien se encontraba en el mostrador, limando sus uñas. Toda la fachada de un ruco maricón amargado maltratado por la vida.
— Disculpe, ¿lo tendrá en una talla más grande?— pregunté.
— Es pieza única— me dijo.
— ¿Tendrán algún otro vestido en talla más grande?
— Aquí sólo vendemos ropa para niñas de ensueño, talla 2 y 4 por lo mucho. Si no entras en esas tallas, deberías dejar de comer como marrana— dijo—. Deberías dejar de meterte los dedos en la vagina, y metértelos en la garganta, gorda.
El maricón ese me había dado una tremenda insultada y falta de respeto. Volteé a ver a mis amigas, las Olivias se estaban riendo mientras que Irene sólo hacía caras.
Ah no, no voy a permitir que me humilles, cabrón…
— Mira mariquita— di un azotón en el mostrador—, tú no tienes ni un puto derecho de estarme insultando, porque antes de minoría, eres un maldito hombre, y que seas joto no te exime de que seas un machista misógino, así que, retráctate y pídeme perdón— miré su placa—, señor Timberlake.
Él hizo un chiflido, llamando a un hombre negro alto vestido de negro (uy), el cual era un guardia. Reí ante la situación.
— Ah, claro, seguro le mamas el pitote para que te haga favores, pinche zorra— grité mientras el sujeto negro me cargaba fuera de la tienda.
Yo pataleaba y golpeaba al guardaespaldas mientras él me tiraba al suelo, fuera del local. Irene corrió a ayudarme a levantarme. Vi que la gente en la plaza estaba grabando lo que sucedía, todo desde diversos ángulos, mientras que vi a las Olivias correr, tapándose sus rostros con sus bolsos, para que no fuesen filmadas.
Conocía al maldito maricón este. Hace unos años, cuando era más pequeña, vine con mi madre a esta tienda. Mamá quería comprar un vestido para una fiesta de trabajo a la que iría con papá, pero el señor Timberlake le negó el servicio ya que “no le vendía a alcohólicas drogadictas”. Muchas madres de la escuela se enteraron, y sólo dio otra razón para ser el objeto de bullying en la escuela.
Pero no, esta vez no me iba a dejar.
Escuché que habían abierto la puerta de la casa en la que me encontraba. Escuché como gritaron “Ya llegué, cariño”. Las pisadas de las escaleras indicaban que la persona se acercaba. Escuché cómo quisieron girar la perilla de la habitación.
— Amor, ¿qué sucede?
Introdujeron la llave y abrieron el cerrojo, dejándome ver la cara de asombro del señor Timberlake mientras yo me encontraba en la cama con el guardia de la tienda.
— ¡Carajo, ¿acaso ustedes están…?!
— ¿Jugando charadas? Sí, así es— dije—. Mi turno, ¿soy una ex-estrella Disney?— dije con el teléfono en la frente.
— Oh, sí lo eres— dijo el negro con una sonrisa.
— ¿Interpreté gemelas?
— Así es.
— ¿Soy Lindsay Lohan?
— No…
— ¡Aléjate de mi hombre, maldita desgraciada!— gritó Timberlake.
El ruco gay se abalanzó sobre mí y me jaló del cabello, sacándome de la cama y llevándome hacia las escaleras. Yo me tironeé y me zafé de su agarre, hasta que lo empujé, haciendo que se rodase por las escaleras hasta caer inconsciente en el piso de abajo.
— ¿Está muerto?— pregunté.
— Oh no, quedé viuda— exclamó el negro—, ¡me quedaré con su fortuna!— corrió a tomarle el pulso—. Ash, no se petateó— se quejó.
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