lunes, 18 de diciembre de 2023

Unexpected - T1E1 "¿Dormiste con un extraño?"

 Desperté. La luz de la mañana encandilaba mis ojos con los rayos del sol atravesando la ventana. Escuchaba el cantar de las aves. Pegué tremendo bostezo y estiré mis brazos. Mi cabeza me dolía un poco, jaqueca o algo así. Aún encandilada, me levanté y cerré las cortinas para que dejase de pegarme el sol en la cara. Volví a acostarme.

Me acurruqué y cerré los ojos para poder seguir durmiendo. En mi cabeza hice una imagen mental de lo que había visto en la recámara. Algo me estaba brincando.

Abrí los ojos y veo junto a la cama una silla muy peculiar: era de esas curvas, de motel. Vi a mi alrededor y me di cuenta de que esa no era mi habitación, sino un lugar desconocido.

Me levanté de golpe y razonando, giré mi cabeza lentamente. Brinqué del susto al ver que había un hombre acostado a lado mío.

Era pelinegro con barba, su grande pecho estaba a la vista. Levanté un poco la sábana y vi que se encontraba desnudo, dejando ver una morning wood. Me petrifiqué al darme cuenta que yo también me encontraba desnuda, no me había caído el veinte.

Dios mío, Hailey, ¿qué hiciste?

Asustada, busqué por mi teléfono que estaba en el suelo junto a mi ropa. Sin hacer mucho ruido, comencé a vestirme con desesperación y sólo me até el cabello con una liga. Ni quise ir al baño para evitar que aquél hombre despertase.

Una vez lista, salí de esa habitación. Caminé por el pasillo hasta la salida, cubriéndome el rostro con la mano para que los de recepción no me viesen. Aunque claro, seguro me vieron cuando llegué aquí.

Salí de ese lugar y vi que era nada más y nada menos que un motel. Confirmé mis sospechas. O sea, ¿me trajo aquí y ni fue para llevarme a algo más decente? ¡Uno no sabe cuántos fluidos hay en esas camas! Ay pero por el amor del Señor todo poderoso, ¿cómo es que yo me fui a meter con un hombre a la cama?

Caminé unas cuantas cuadras y tomé un taxi. No iba a tomarlo en el mero lugar donde estuve, no quería quemarme.

Al subir, un mensaje me llegó, citándome a un café hoy por la tarde.

***

— Hola, mejor amiga del mundo— dijo la rubia.

— Comienzo a sospechar que no me invitaste por cortesía— le contesté.

— Por Dios, Hailey, casi vivo en tu casa, verte aquí es avaricia— contestó.

— ¿Y por qué estamos aquí?

— Quiero saber cómo estás por lo sucedido con Anya.

— Ay, Zoey, pues ese cuento estuvo muy fuerte— tomé un poco de mi café—. Las sospechas eran ciertas. Ella me estaba engañando con un hombre. Dijo que quería experimentar y que creía ser bisexual. ¡Inclusive en un momento dijo pensar estar confundida y que tal vez no era lesbiana!— exclamé.

— Ay, con razón la desgraciada te proponía intentar un trío con un hombre. Era tan insistente con eso— dijo mi amiga.

— No le bastaban los de plástico.

— Qué desagradable que te fuera infiel— comentó Zoey.

— Me dejó cuernuda— dije haciendo una mueca.

— Mira el lado positivo, en Navidad sólo te faltará la nariz roja— bromeó la rubia.

— Mamona— la fulminé con la mirada.

— Tendrás una verdadera razón por la que me digas así porque necesito un favor— jugó con sus dedos.

— ¡Sabía que era mucha amabilidad!— recriminé.

— Necesito que vayas a una cita a ciegas por mí— dijo.

— Ay no, Zoey. Ya no quiero ir a ese tipo de cosas. Dile a una de tus amigas bonitas o empleadas que vaya en tu lugar.

— Lo haría, pero luego les terminan gustando los hombres a los que van a ver, ya sea por su físico o por su dinero. Y tú eres la única persona que conozco que sé que no se fijará en ninguna de esas dos cosas— ella me guiñó el ojo.

— ¿Es porque soy lesbiana?— arqueé una ceja.

— Tal vez...— susurró.

— Ay gracias por pensar en mí, qué considerada, me alagas— ironicé.

— ¿Entonces sí vas?

— Qué molestia, ya deberías ir tú a ese tipo de cosas— dije con una galleta en la boca.

— No quiero ir a citas donde pretenden atarme a un matrimonio arreglado por intereses económicos, yo quiero que sea amor de verdad— dijo con unos ojos acaramelados.

— Entonces dile a tu papá que no quieres ir.

— Hasta parece que no lo conoces. Es bien insistente con eso— se quejó.

— Pues ve a la cita y arruínala tú misma para que no ocurra algo más— me dije.

— Pero tengo mucho trabajo, es el sábado por la noche y debo terminar de hacer papeleo, además no quiero ir— hizo un puchero.

— Tendrás que comenzar a resolver tus problemas tú sola, Zoey— tomé un sorbo de mi café.

Zoey buscó algo en su bolso y lo colocó sobre la mesa, deslizándolo hacia mí. Vi lo que era y luego volteé a verla, ella sonreía.

— ¿Quieres comprarme acaso?— levanté una ceja.

— En serio no quiero ir, Hailey.

— Agrégale otro cero y trato hecho.

Zoey aplaudió de felicidad y tomó el cheque para agregarle otro cero a la suma que me había ofrecido.

***

Era la noche del sábado. Zoey me había enviado a un salón de belleza para que me arreglaran para la ocasión, y de allí un auto me llevaba al restaurante donde sería la cita.

"Recuerda el plan que vamos a seguir". Leía en los mensajes que ella me había enviado.

"Haremos la táctica de la niña ricachona hija de papi castrosa y zorrilla".

"Si es necesario, sé asquerosa".

"Haz que te repudie y no quiera volver a saber de ti nunca más. O bueno, de mí. Mejor que no quiera saber de ambas nunca más".

— Ni siquiera me has dicho su nombre— envié por mensaje de audio.

"Ni yo me acuerdo de cómo se llama. Di tu nombre y te van a llevar con él. Bueno, mi nombre. ¡Tú sabes!" Envió por mensaje.

El auto se detuvo y me dejó en la entrada del afamado restaurante. Bajé y entré al lugar, muy elegante por cierto. Caminé hasta donde estaba la recepcionista.

— Hola, tengo una reservación a nombre de Zoey Hemsworth.

— Claro que sí, señorita Hemsworth, por aquí.

La chica me guió hacia donde estaba mi mesa, mientras yo miraba fascinada al rededor. De todos los lugares a los que había ido a suplir a Zoey, este era el más bonito. Lastima por las razones de las que estoy aquí.

— Esa es su mesa, el caballero la espera— la recepcionista señaló la mesa donde la cita de Zoey se encontraba sentado.

Díganme que me falla la vista.

Me exalté. Pegué un brinquito al ver al hombre. Sentí una sensación que recorrió mi cuerpo de arriba hacia abajo. Mi piel se puso de gallina y mis dedos temblaban.

— ¿Está usted segura?— le pregunté a la chica.

— Ehhh, sí. Es el único comensal— respondió.

Miré al rededor. No me había percatado que no había otra persona en el área. Yo estaba espantada, no sabía que hacer.

— Creo que ya me acosté con él— susurré para mí.

Era el hombre que hace unos días había amanecido a un lado mío, desnudo en la cama, en aquél motel de mala muerte.

— Disculpe, ¿qué dijo?

Abrí los ojos como platos al darme cuenta que la chica había escuchado lo que dije.



domingo, 3 de diciembre de 2023

Revenge - T1E6 "Quentin"

 Había terminado la clase de gimnasia. Estaba cambiándome en los vestidores. Yo me encontraba en toalla, pues había salido de bañarme.

 

— Irene, ¿has visto mi ropa?

 

— ¿No estaba en tu crasillero?

 

— Sí pero… no está ahora.

 

En eso, un chico pasa corriendo y me empuja, haciéndome caer al suelo y que la toalla se me cayera, dejándome al desnudo. Él y otro grupo de chicos me veían y se reían de mí, mientras unos se tomaban fotos.

 

— ¿Buscabas esto?— señala mi ropa, la cuál él tenía— Te ves muy bien desde acá arriba, donde siempre estoy.

 

Choca los cinco con otros machitos y se van del lugar. Malditos. Apreté los dientes con rabia.

 

Durante la noche, Christopher y yo entramos al gimnasio mientras que Irene vigilaba la puerta. Hice que Chris se subiera a una de las sogas de escalar y cortara el lazo para que se pudiese romper con facilidad.

 

Hace unos años, un día estaba en el parque de juegos. Mi madre fumaba un cigarro por ahí mientras que yo estaba en los columpios. Quise subir a la resbaladiza, y cuando estaba en la cima, un niño mimado llegó por atrás diciendo que yo no podía estar allí por gorda y que parecía pobre.

 

— Sácate, albóndiga.

 

El niño me empujó, no por la rampa, sino por al lado, haciéndome caer al suelo. Me golpeé fuerte la cabeza y se me abrió, desangrándome.

 

— Yo siempre estaré arriba mirando la basura de abajo— dijo, sacándome la lengua.

 

Algunas madres me veían raro, y mi mamá tardó varios minutos en ir a verme. Se encontraba ocupada en el tabaco.

 

Al día siguiente en la escuela, Quentin y yo teníamos que hacer una carrera en las sogas para ver quién lo hacía más rápido. El entrenador hizo sonar el silbato y comenzamos a escalar.

 

Ambos estábamos muy arriba, cuando la soga de Quentin tronó y él cayó al suelo. Yo soné la campana de la cima.

 

— Ahora estás abajo y yo estoy arriba.

 

Bajé de la cuerda. Vi que un charco de sangre se había formado en el suelo. Quentin se había abierto la cabeza. Lo llevaron al hospital de inmediato.

 

— No puedo creer que esto provocó que Quentin se lastimara— dijo Irene preocupada.

 

Yo me agaché y embarré mis dedos con la sangre de Quentin. La olí.

 

— Me gusta esto…