Ver a Quentin sangrar me despertó un gusto por querer ver aquél color carmesí en las personas. Me resultó excitante. Quería más.
— Quentin se ve lindo con ese vendaje en la cabeza— dije.
— ¿Lindo?— habló Homer, un chico de mi clase— Es muy sospechoso, ¿sabes? Un día Quentin te hace una broma de mal gusto y al día siguiente sufre un fatídico “accidente”— hace comillas con las manos— donde tú estabas allí con él y “convenientemente” tú saliste librada.
— Fue suerte— me limité a responder.
— ¿No será que tienes algo que ver? Yo veo cosas. Hay un patrón en todo esto— dijo con su rostro muy cerca del mío.
— Te huele la boca.
Me levanté de mi butaca y salí del aula. Fui al baño, furiosa. Algo debía de hacer, no podía dejar que los rumores comenzaran a esparcirse.
— ¿Qué te parece mi idea?
— No, eso lo haremos más adelante.
Irene me daba sugerencias de cómo cobrármelas.
— Atención alumnos, hoy habrá una asamblea en el auditorio, es de suma importancia que todos asistan.
El director había hablado por el megáfono, y a mí me llegó una idea. Se la conté a Irene.
— ¿Qué no es repetir lo que ya hiciste?
— Ay, será divertido, esta vez tendrá un plot twist— sonreí.
Estábamos en la asamblea, llegué un poco retrasada pero Christopher me había guardado un lugar.
— ¿Aún no pasa?— pregunté.
— Ya será su turno— me contestó mi novio.
El director introdujo a Homer, presidente del consejo estudiantil. Todos aplaudieron desganados, pero yo grité, llamando su atención y logrando que chocáramos miradas. Perfecto, sabía que yo estaba en el público.
Homer comenzó a decir babosadas aburridas; saqué mi teléfono y le envié un mensaje a Irene de que ya era el momento.
Ella había subido arriba del entarimado, sobre el escenario, y con un desarmador desatornilló una de las luces. Y bye bye chismoso, se escuchó un estruendo y Homer volteó su vista hacia arriba, logrando que una lámpara cayera directo a su cara, tumbándolo y desnucándolo.
Yo estaba asombrada ante la hazaña que hicimos. ¿Cómo terminó él? Paralítico.